La casa encantada de Portocelo.

Habla Antonio Regoisa en su libro "Cuentos y leyendas de Galicia" de una antigua casona de piedra construida por alguien a quien en su tiempo consideraron como un tipo raro, y que cuando falleció, su espíritu parece ser que no fue conducido por la Santa Compaña al más allá y que aún mora dentro de sus paredes. Desde hace muchos años nadie habita en ella, ni siquiera su actual propietario.

Curiosa casa cerca del puerto de Portocelo.

Paseando por Portocelo buscando la casa en cuestión para ilustrar tal leyenda, me topé con ésta junto al puerto. Me llamó la atención la ecléctica utilización de los materiales constructivos: piedra, hormigón, ladrillo, madera, aluminio... y que no parecía abandonada ni tampoco lo contrario. Esta casa no es a la que se refiere Reigosa en su libro, pero no me extrañaría que los extraños sucesos que en ella ocurrieron también sucedieran en ésta. 

Se cuenta que una cuadrilla de segadores pasó frente a la casa al anochecer, y como la vieron deshabitada decidieron pasar la noche en ella. Altos y fuertes como eran pensaron que nadie se atrevería a meterse con ellos. Aunque no se despertaron en toda la noche, al amanecer aparecieron todos con las cabezas colocadas al lado contrario al que se habían acostado. Alguien había girado sus cuerpos, pero además, había atado unos con otros los cordones de sus botas.

No solo las personas, ocurrió que una noche alguien metió unos burros dentro de la casa, y cuando amaneció, los animales parecían cansados y sudados, como si hubiesen sido forzados a trabajar durante todo ese tiempo.

Unos comerciantes guardaron en su interior unos sacos de patatas de mucho valor. Al descargarlas eran de tamaño normal, pero, al día siguiente, al ir a recogerlas, se habían disminuido su calibre hasta ser como un huevo de paloma.

Recientemente, un vivariense que había quedado frente a la casa con unos amigos para ir a pescar calamares poco antes del amanecer, se encontró con que estos no podían pasar porque alguien había colocado la cadena que servía para colgar los potes en la lareira atravesada de lado a lado de la carretera.

Parece ser que todos los fenómenos ocurren por la noche y aunque el espíritu es malintencionado no tiene afán de hacer daño. Aunque nadie conoce su propósito, o al menos, no lo cuenta.

Vista de la fachada desde la playa.

Fuentes:

Reigosa, A. Cuentos y leyendas de Galicia. Ed. Anaya. 2012. 1ª edición.

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