En la Playa del Caolín.

Hoy son los bañistas los que disfrutan de los arenales de la Mariña, siendo el turismo una de las principales fuentes de riqueza de la comarca. Pero antaño en sus entornos prosperaban otro tipo de industria, las salazones.

Ruinas de la factoría de salazones en la playa del Caolín de O Vicedo.

En la playa del Caolín de O Vicedo quedan vestigios de esta actividad. Sobre el cantil quedan las ruinas de una de las factorías en las que se preservaba el pescado en salazón. Un cartel informativo al lado de la rampa que baja a la playa nos habla de cómo se realizaba este proceso.

"La aparición de la industria de la salazón se remota a finales del siglo XVIII pero se consolida en el XIX y se mantiene con cierta importancia hasta el primer tercio del siglo XX. En Galicia, el principal pescado preservado en salazón fue la sardina y su actividad productiva se limitaba al periodo entre junio y enero aproximadamente.

El gran desarrollo de esta industria estuvo ligado a la llegada de los fomentadores catalanes a finales del siglo XVIII. Además, la mayoría de la producción de salazones tuvo como destino principal el Levante español (el transporte se hacía casi siempre por mar).

[...] El pescado se descabezaba y evisceraba manualmente, unidad por unidad; después se introducían las sardinas en pilas o lagares llenos de sal durante 24 horas para, después, ser introducidas en barriles y separados en filas por buenos puñados de sal con el fin de que no se tocasen, comercializándose sin prensar. Al no extraerse la grasa la sardina era una mercancía perecedera porque en contacto con el aire se oxidaba pronto tomando un color amarillento. [...]

Además de la transformación de pescado, en estas fábricas se llevaba a cabo la construcción de toneles de madera.

En cuanto a la forma de las fábricas, era necesario que tuvieran una determinada arquitectura, con espacios amplios y despejados para realizar el trabajo y almacenar la producción. Las principales partes eran la zona de producción (con los lagares y las prensas), los depósitos de grasa, los almacenes de sal, el taller de carpintería y una zona para el tratamiento de redes.

En cuanto a la organización del trabajo, es destacable que las mujeres se incorporaron masívamente a esta actividad porque era una de las pocas salidas laborales que ofrecía el mercado regional (una fábrica de tamaño medio solía ocupar en torno a 20 mujeres, oscilando el número de hombres entre 4 y 8)."

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